El fútbol uruguayo y su lucha de clases: los que pagan y los que piden

Este miércoles, el club carbonero desembolsó la primera cuota de 1.400.000 dólares al Toluca por el pase de Leonardo Fernández, sin pedir prestado, sin hipotecar el futuro y sin acudir al clásico salvavidas de vender juveniles a cualquier empresario con un maletín. Para un fútbol acostumbrado a vivir al filo del embargo, es prácticamente una revolución.
Y Ruglio, fiel a su costumbre de incendiar WhatsApp, aprovechó la ocasión para marcar diferencias. “A mucha gente no le sirve un Peñarol sin deudas”, disparó, dejando en claro que, en este país, el fútbol y la independencia económica son incompatibles. Después de todo, hasta no hace mucho tiempo, algunos ex dirigentes aurinegros —tan generosos como una financiera de la Ciudad Vieja— prestaban dinero al club con intereses que harían llorar a cualquier hipotecado. Un acto de «amor» que, casualmente, les dejaba buenos dividendos.
Pero parece que esos tiempos quedaron atrás: Peñarol no pidió créditos, no dependió de prestamistas internos y, lo peor de todo, cumplió con sus compromisos sin escándalos. Un despropósito.
Mientras en Los Aromos la dirigencia oficialista festeja la estabilidad económica como un título, en La Blanqueada el panorama es sombrío.
Nacional, según sus propios dirigentes, arrastra una deuda que ya rondaría los 40 millones de dólares, una cifra que pone en jaque cualquier planificación seria. Pero bueno, si no fuera por Peñarol, ese pequeño detalle pasaría desapercibido en un campeonato donde la precariedad financiera es un requisito de inscripción.
Pero no hay que desesperar, porque la AUF siempre está lista para ayudar.
Con la generosidad digna de una ONG, la Asociación Uruguaya de Fútbol apareció con su billetera mágica para ofrecer créditos a los clubes en apuros bajo el noble argumento del «fortalecimiento institucional». Noble gesto, dirán algunos. Otros, menos ingenuos, recordarán que hace no tanto Tenfield aplicaba la misma táctica: poner dinero sobre la mesa y asegurarse de que los clubes se alinearan como soldaditos.
“Si querés manejar el fútbol, asegurate de que los que lo juegan dependan de vos”, parece ser la consigna.
Lo realmente fascinante es que la AUF, la misma que hoy se postula como benefactora de los clubes, está en medio de un escándalo mayúsculo. Trece instituciones presentaron una denuncia penal en su contra por presuntos «desvíos de fondos» y «balances falsos», y la Fiscalía de Delitos Económicos ya solicitó documentos contables.
Como si fuera poco, el Banco República decidió suspender una línea de crédito de 9 millones de dólares hasta que alguien explique si los números presentados por la Asociación son más retocados que una foto de Instagram.
Entonces, la pregunta se cae de madura: ¿cómo una organización sospechada de falsificar sus propios balances puede ofrecerse como mecenas del fútbol uruguayo? Tal vez la AUF debería enfocarse en ordenar su propia casa antes de salir a repartir dinero ajeno.
Así, el fútbol uruguayo parece dividirse en dos bandos cada vez más claros: de un lado, los que administran con criterio, pagan en fecha y rechazan préstamos dudosos; del otro, los que estiran la mano sin preguntar de dónde viene la plata, confiando en que algún pase millonario o un salvador de última hora los rescate de la bancarrota.
Pero la historia es implacable.
Cuando todo esto explote, la verdadera sorpresa no será quién cae, sino quién todavía sigue en pie.
Imagen ChatGpt
0 Comments