Si algo distingue al fútbol uruguayo, además de la garra charrúa y los estadios con butacas que datan de la dictadura, es la facilidad con la que los clubes se endeudan. No importa cuánto entre, siempre se gasta más. Y en ese escenario donde el rojo en las cuentas es tan tradicional como el mate amargo, Peñarol decidió hacer algo impensado: pagar lo que debe y en fecha. Un sacrilegio financiero que, por supuesto, generó incomodidad en más de uno.
Este miércoles, el club carbonero desembolsó la primera cuota de 1.400.000 dólares al Toluca por el pase de Leonardo Fernández, sin pedir prestado, sin hipotecar el futuro y sin acudir al clásico salvavidas de vender juveniles a cualquier empresario con un maletín. Para un fútbol acostumbrado a vivir al filo del embargo, es prácticamente una revolución.