Transparencia

“Transparencia”, una palabra que en Paysandú dejó de existir.

Los docentes deben enseñar a sus alumnos valores como la honestidad y el respeto por lo público. Pero sostener ese discurso es complicado cuando la realidad local grita lo contrario: 35 millones de dólares dilapidados, un déficit de 1.153 millones de pesos y una negativa sistemática a entregar cuentas claras. Esto parece más una serie de Netflix sobre corrupción que una administración pública. Lo peor es que aquí las explicaciones nunca llegan y el show sigue.

Se suponía que esos millones eran para obras que beneficiarían a la comunidad. Sin embargo, las únicas “obras” visibles son las excusas y los plazos interminables. La gran pregunta es: ¿dónde está el dinero? Hablamos de fideicomisos y gastos dudosos, así que es inevitable sospechar. ¿Cuánto de esos 35 millones realmente llegó a donde debía? ¿Se benefició la comunidad o solo unos pocos bien conectados? No estaría de más que la Justicia investigue si esto va más allá de la incompetencia.

Pero, claro, pedir transparencia a esta administración es como pedirle peras al olmo. Violaron la ley al negarse a entregar información pública y, como era de esperar, pagaron la multa de 299.000 pesos con el dinero de todos nosotros. Porque con el bolsillo ajeno cualquiera puede darse el lujo de desafiar a la Justicia. La soberbia es tal que prefieren pagar sanciones antes que permitir que la ciudadanía sepa la verdad.

¿Y el hackeo? Otro espectáculo. Tres meses sin cobrar tributos y, de pronto, la Intendencia apenas puede pagar sueldos. ¿No decían que estaba todo controlado? Parece que el único control es el de unos pocos sobre los recursos públicos. Lo que en otros países sería un escándalo aquí pasa como un “problema técnico”. Pero, seamos sinceros, ¿no es hora de preguntarse a quién beneficia tanto desorden?

Lo más triste es que, mientras unos pocos parecen beneficiarse, la comunidad sigue esperando obras que nunca se terminan y empleos que nunca llegan. Esto se parece mucho al uso del Estado en beneficio privado, una sospecha que ya todos compartimos.

Quizá el verdadero legado de estos años no sean las obras prometidas, sino un manual práctico sobre cómo mal utilizar las arcas del Estado sin pudor.

Mientras tanto, los sanduceros seguimos esperando… esperando que la Justicia actúe, que los responsables rindan cuentas y que, por una vez, nos expliquen qué se hizo con nuestro dinero.

Imagen: ChatGPT

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